Cráneos de mastodonte y homo heidelbergensis

El mastodonte (Gomphotherium

es un género extinto de mamíferos  proboscídeos que vivieron a comienzos del Mioceno y Plioceno.
Cráneo de Mastodonte
Cráneo de Mastodonte
Gomphotherium angustidens. Mioceno.
Gomphotherium medía cerca de 3 m de altura, y era bastante parecido a los elefantes actuales. Sin embargo, poseía cuatro colmillos; dos en la mandíbula superior y otros dos en la alargada mandíbula inferior. Los colmillos inferiores son paralelos y tienen forma de pala y tal vez eran usados de la misma forma. A diferencia de los elefantes modernos, los colmillos superiores estaban cubiertos de una capa de esmalte.
Comparado al de los elefantes, el cráneo era más alargado y bajo, indicando que el animal tenía una trompa más corta, algo similar a la de los tapires. 

Estos animales probablemente vivían en pantanos o cerca de cursos de agua, usando sus colmillos para cavar o recoger la vegetación acuática. 
En comparación a los prosbocídeos primitivos, Gomphotherium tenía pocos dientes molares; los que poseía tenían altos bordes para extender la superficie de masticación.  
Gomphotherium habitaba regiones de bosques secos junto a lagos y ríos.



Homo heidelbergensis 

es una especie extinta del género Homo, que surgió hace más de 600 000 años y perduró al menos hasta hace 200 000 años (mediados del Pleistoceno).


Homo Heidelbergensis Schoetensack
Homo Heidelbergensis Schoetensack
Pleistoceno medio. Atapuerca, Burgos.
Eran individuos altos que tenían 1,75 m de estatura y muy fuertes (llegarían a 105 kg), de grandes cráneos que median 1350 cm³, muy aplanados con relación a los del hombre actual, con mandíbulas salientes y gran abertura nasal.
Su anatomía ha sido descrita en gran parte por los restos encontrados en el yacimiento de la Sima de los Huesos en Atapuerca.

Un grupo ancestral de H. heidelbergensis dejó África y se atrevió a ir hacia el noroeste, entrando así en el oeste de Asia y en Europa
H. heidelbergensis se hace patente un predominio de la dieta carnívora con evidencias de caza. 
La presión evolutiva para que se desarrollara la caza se derivaría de las condiciones ecológicas del territorio que colonizaron: Europa era fría y durante seis meses existían muchos menos recursos alimenticios vegetales que en África, el carroñeo y el cleptoparasitismo (robaba presas a los animales predadores, que aportaban proteínas y grasas de buena calidad) no aportaba suficientes nutrientes lo que habría inducido (por selección) a la aparición de conductas sociales dedicadas a la caza: bandas de H. heidelbergensis se organizaban para perseguir a otros animales y ultimarlos en trampas naturales (precipicios, pantanos) o arrojándoles grandes hachas líticas bifaces e, incluso, rústicos venablos de madera aguzada.

fuente Wikipedia


Museo Geominero de Madrid



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