Pinar

PInar
El Pinar y los resineros 


El resinero, además de un árbol, es el individuo que lo resina. El suyo era (hablamos en pasado porque ya no queda ninguno, al menos en Madrid) un trabajo duro, sucio y mal pagado, que se iniciaba en marzo desroñando -quitando la corteza- y picando el leño con la azuela para provocar el sangrado, y se prolongaba hasta finales de octubre recogiendo cada ocho días la miera o resina que el pino sudaba gota a gota y que era encauzada mediante una hojalata curva clavada en la herida hacia un pote o tiesto de barro. Un solo resinero podía tener asignados 4.000 pinos y recoger 250 kilos diarios de esa sangre que, visto lo que le costaba, era casi sangre suya.

Antiguamente se resinaba a muerte, esto es, practicando una incisión tan profunda que el árbol se secaba en un solo año y luego era talado. En la segunda mitad del siglo XIX, sin embargo, se impuso el mucho menos bestia método de Huges, consistente en realizar entalladuras de no más de 60 centímetros de alto por 15 de ancho, cada año en una cara y a una altura distinta del árbol. De esta forma podía vivir 100 años, 35 o 40 de los cuales segregaba una resina que, por destilación, daba colofonia -utilizada para hacer ceras depilatorias, neumáticos, colas, barnices, betún...- y aguarrás. Y así fue hasta que se inventaron los sucedáneos sintéticos.

Extracto: elpais.com/
en proceso

estudio de composición

Comentarios