Un Rinoceronte en Europa




Cansado, parpadea en la inusual luz del día, que cae sobre él a través del hueco de la bodega. Está agotado, debilitado del largo viaje por mar. Bajo cubierta, tiene que haber hecho mucho calor cuando el ardiente sol de África cayera sobre el barco.
El rinoceronte, que en 1515 llega vivo como por un milagro a Lisboa, había sido inicialmente un regalo del sultán Muzafar, soberano del reino indio del Gujarat al virrey de las posesiones portuguesas en la India, Alfonso Alburquerque.
Albuquereque, un aventurero sin  escrúpulos, aprovecha este regalo diplomático para entregárselo a su rey Don Manuel sabiendo que este valioso regalo le conferiría ventajas y privilegios.
El rinoceronte es encerrado en los muros de la Torre de Belén aún en construcción.

La llegada del exótico animal se extiende como un reguero de pólvora en Lisboa y más allá. La gente acude en masa para ver de cerca y de lejos este asombroso animal, nunca antes se había podido ver un rinoceronte en Europa.

Don Manuel es un hombre que le gusta divertirse con placeres especiales, es un representante típico de su tiempo y quiere comprobar empíricamente las declaraciones de los escritores de la Antiguedad.
El historiador romano Plinio escribió sobre el "antagonismo natural" entre el rinoceronte y el elefante. Así que se organiza un duelo en el que el rinoceronte se enfrentará a un elefante.

La lucha tiene lugar el domingo 3 de julio de 1515, desde primeras horas afluyen los espectadores para asegurarse un buen sitio.
Promete ser un emocionante espectáculo: el extraño animal, de cuya valentía ya los antiguos griegos y romanos sabían, en duelo con un elefante, que por su tamaño, se le tenía por un animal fuerte y valiente.
Pero, ese día, la curiosidad de los impacientes espectadores no se verá colmada. Apenas el elefante ve al rinoceronte, huye y ni con buenas palabras ni tampoco con los brutales golpes de su guardianes se le incita a luchar.
Enfadados por el breve combate, los espectadores abandonan el lugar del espectáculo. Están decepcionados, sobre todo, por la falta de ganas de luchar del elefante porque el rinoceronte es elogiado por su valentía y arrojo.

Extractos de: "Alberto Durero El Rinoceronte" de Dieter Salzgeber, Lóguez Ediciones 2005.

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