No es tan fiero como lo pintan

León

Androcles y el león agradecido


Un esclavo, Androcles, que huido de su señor, se encuentra con un león en el desierto; el león no le ataca, como era de esperar. Cuando Androcles se le acerca, el león le muestra su pata y  observa que tiene una espina clavada (¡qué buena vista debía tener Androcles!) que le impide andar y le ha dejado muy debilitado.
Androcles le saca la espina de la pata y sigue su camino. Muchos años después se encuentran Androcles y el león en Roma, ahora en el anfiteatro al que el esclavo es arrojado para ser devorado por las fieras. Cuando el león sale a la arena, contra todo pronóstico, no sólo no devora a Androcles sino que se le acerca dócil; es el león al que Androcles extrajo la espina y lo salvó de una muerte segura (un poco exagerado) ; ahora agradecido le corresponde salvándole la vida, pues el pueblo, informado de la historia exige la salvación de Androcles y del león.

La historia nos la cuenta por primera vez en un texto escrito que conservamos Aulo Gelio(vivió en el siglo II d.C.), en sus Noctes Atticae, V, 14.  Según Aulo Gelio, la historia la pone en boca de un tal Apión, que dice que él vió personalmente el suceso.
Muy probablemente el suceso fue una invención del tal Apión, aunque inspirado por la realidad de las “venationes” o cacerías que los romanos celebraban en el anfiteatro entre otros espectáculos sangrientos.
Probablemente el tal Apión observó en unos juegos reales cómo un león salvó la vida a uno de sus cuidadores, tal como nos cuenta Séneca en De beneficiis, 2,19.
Vimos en el anfiteatro a un león que protegió del ataque de las fieras a uno de los cuidadores que reconoció porque en otro tiempo había sido su dueño.
Leonem in amphitheatro spectauimus, qui unum e bestiariis agnitum, quum quondam eius fuisset magister, protexit ab impetu bestiarum.

fuente:   es.antiquitatem.com

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