Calle del Rollo

Calle del Rollo

Situada entre la calle del Sacramento y la calle Segovia, la calle del Rollo es una de las más singulares de todo Madrid, en plena zona de los Austrias.
La calle recibe el nombre por la cruz, ahora desaparecida, situada casi a la altura de la calle Segovia, y que servía como “rollo jurisdiccional” desde la época de los Reyes Católicos.
Los "rollos" eran columnas de piedra con una cruz de hierro en lo alto. Servían para todo menos para rezar. Funcionaban como "picotas". En las columnas se exponían los restos de los ejecutados (manos y cabezas) para dar ejemplo a los demás porque para los ajusticiados, el ejemplo ya llegaba algo tarde.
La mayoría de estos "rollos" han desaparecido, pero todavía hay algunos sueltos por toda España, muy utilizados como fondo para "selfies turísticos" olvidando que siempre han sostenido restos humanos.


La casa de la derecha de la ilustración es una ejemplo típico de las denomidadas Casas de la Malicia. Fueron el fruto de un delito inmobiliario en el Madrid de los siglos XVI al XVIII, provocado por los privilegios otorgados a los funcionarios de la Corte Real por la ley denominada «Regalía de aposento» que obligaba a todo vecino de la villa de Madrid no exento a "alojar a un funcionario del rey en la mitad de la superficie útil".

Las denominadas "casas con trampa", fueron un recurso arquitectónico de los constructores del siglo XVII a requerimiento de los propietarios de las nuevas casas, para engañar a las autoridades municipales. La picaresca inmobiliaria puesta en escena presentaba características exteriores que hacían suponer falsos interiores estrechos, incómodos y en definitiva no aptos para ser incluidos dentro del grupo de edificios que tenían que cumplir con la ley de Regalía de aposento, es decir: ceder la mitad de la casa a un funcionario de la Corte sin que tuviera que pagar alojamiento.

Los trucos y peripecias arquitectónicas más habituales eran cubrir la construcción con grandes tejados que no permitían adivinar cuántas plantas había dentro de la casa, y presentar a la vista pequeños vanos o ventanucos en un absoluto desorden arquitectónico como si fueran los huecos de luz de la fachada de un caserón a la antigua -cuando en realidad servían de respiradero a dos o más plantas para apartamentos de fácil especulación para los propietarios.

Esta y otras trampas arquitectónicas, como convertir patios, corrales o callejones en superficies 'habitables', conseguían que los edificios, por su aspecto exterior, escapasen al control municipal, pasando a ser catalogados como casas de incómoda partición y por tanto exentos de ser incluidos en la citada ley de Regalía de Aposento.




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